martes, 7 de agosto de 2012

Despegamos


¿A quién no le gusta viajar? Aunque es raro, hay a quien no le gusta. De hecho, yo una vez conocí a un chico, compañero de fatigas en la facultad, que no soportaba viajar. Hasta lo que yo sé, le costó perder para siempre a su pareja, que se echó a los brazos de un grupo de mochileros para recorrer Centroeuropa en veintitrés días con una furgoneta y una enorme sonrisa de liberación. Me alegré por ella, que por fin pudo romper las rígidas barreras que le imponía el pobre infeliz, y por él, que consiguió al fin la cura de humildad que pedía a gritos.

Encontrar a este tipo de personas no es fácil. Hay que mentalizarse de que es una tarea tan ardua como dar con una trufa blanca, así que necesitaríais para ello paciencia, tenacidad y un perro de caza. Pero no es esa la idea. Descartando este raro espécimen, se extiende ante nosotros un amplísimo abanico de posibilidades, tantas como maneras de entender la palabra viajar.

Personalmente aborrezco los viajes organizados, no me veréis nunca detrás de un paraguas en ristre. Sencillamente no me gusta que nadie organice el viaje por mí, porque disfruto con los preparativos más que comiendo con los dedos. Creo que la organización debe atender a sacar el máximo jugo a la aventura y evitar sorpresas desagradables, pero siempre dejando un amplio margen a la improvisación y ajustando el viaje a tus necesidades, nunca al contrario.

Tengo una condición fetiche a la hora de viajar y es hacerlo acompañada de C, mi mejor amigo y amante, por lo que cubro todas mis necesidades de un plumazo. Nos compenetramos a la perfección, él tiene sentido de la orientación, lo cual es fundamental a la hora de viajar por libre, y yo hablo inglés, lo cual también es bastante importante. Y es que algo fundamental a la hora de viajar es elegir bien la compañía. Un mal compañero de viaje puede convertir la aventura en una auténtica pesadilla, por lo que os recomiendo que lo penséis dos veces antes de meter los datos del viajero número dos en la reserva del vuelo.

Ese es otro tema, adoro viajar pero odio volar, lo que puede desencadenar unas luchas internas que rayan en la bipolaridad. De momento gana el lado intrépido.

Entiendo los viajes como una oportunidad de oro para mimetizarse con el entorno, acercarse a nuevas realidades y experimentar sensaciones inesperadas, por lo que un mercado me proporciona satisfacciones mucho mayores que cualquier iglesia o estatua. Si buscáis visitas ortodoxas este no es vuestro sitio, me parece muy aburrido seguir un plano monumental cual comecocos.

También cometo errores y me dejo atrás algunas cosas que descubro a posteriori para desgracia de mi flora intestinal, pero en un alarde de optimismo forzado, lo dejo pendiente para futuras incursiones. Probadlo, esto es calamina para el espíritu en caso de que tengáis tendencia a escapar, como me ocurre a mí.

Creo que un blog puede ser más útil (y económico) que una guía, según mi experiencia personal, por lo que con este pequeño espacio pretendo aportar algo más para hacer más sencilla la labor de quienes, como yo, husmean la red en busca de las pistas que puedan hacer su viaje más intenso. 

¿Venís conmigo? Viajad con V.